Cuando la voz que deseaba
la fuerza de la tuya
se haya ahogado en la noche oscura
habitada por incongruentes fantasmas
y el tiempo se haya diluído
en el umbral de la nada,
sintiéndose sólo la frialdad de la tumba
donde guarda el insensato
los tesoros arrebatados
a la libertad,
entonces...
¡no habrá quien te escuche!