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La tarde de otoño, soñolienta me lleva al silencio del parque
la opresión en mi pecho contrasta con la brisa suave.
Caen las hojas amarillentas al pie del árbol formando un lecho
Me echo en la grama desviándome del caminito asfaltado
y contemplo a mi lado la quietud del estanque
donde sueñan las aves sin un cielo azul
Cómo duele...el silencio que navega
en el estanque del alma buscando en las entrañas
un rincón que no duela con la llenura de la nada
Siento la voracidad del tiempo, cae la tarde, busco la salida
del parque pesadamente... me ahoga ver como intentan todos
como autómatas salir, volver nuevamente al bullicio de la ciudad.
Busco una señal en sus rostros por la pérdida que acaban de sufrir
Como un reflejo se olvidan los sueños que iluminaba ese día
quedan en las cestas de desperdicios las ilusiones a la deriva,
arrumadas, se ahogan con la basura y la obscuridad
que rápidamente se asoma formando sombras infinitas,
como ladrones de esas ilusiones que a la luz del sol tenían vida
pero al caer la noche fenecen convirtiendo los sueños en fantasmas
sin derecho siquiera a oraciones... sólo la soledad del alma
queda cuidando el parque y sus desolados rincones
¡Qué facilidad...! ¿Les dolerá? Desprenderse así de los sentimientos,
de la alegría de existir cuando al aire libre vivían el momento
Dejar la frescura del alma, paseándola sólo por un instante
Siento la lluvia bañando mi rostro, el frío de la brisa en mis huesos
las luces de neón aturden mis ojos...la ciudad iluminada, el agitado metro..
sigue doliendo aquí dentro...sigue lloviendo...
¿No merecen vivir los sueños...?
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