Padrino, recuerdo la última vez que te ví,
cuando lejos me iba a seguir con mi educación;
yo lloraba...
y a tus ojos las lágrimas se asomaban,
y sentí,
ese abrazo tan fuerte que me diste y que aún siento,
con amor de eternidad
que todavía su recuerdo me hace llorar.
Y me dijiste con tu voz entrecortada:
Hija, sin importar donde estés
sabes que conmigo puedes contar.
No sabía que no te iba a ver otra vez.
Mientras otros siempre comentaban
lo callado y reservado que tú eras,
conmigo fuíste especial,
lo sé, porque hablábamos de veras;
y a pesar de mi juventud, sentí tanto tu amor y tu calidez.
Como tío, padrino y como padre me quisiste
y agradezco todo tu apoyo, tu amor,
tus palabras, tus consejos, tu calor;
todo el afecto que me diste.
Me has hecho falta un montón
pero tu fragancia la siento en mi corazón,
en mi vida,
como una luz encendida.
Sé que la Gloria es tu morada,
querido padrino José Abdala.
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