Vivo en una aldea de helechos.
Ríen las ramas y los bejucos.
La luna a veces se vuelve elegía.
Yo de niño corro tras el idilio
De las mariposas que aún vuelan
Con gotas de agua sobre sus alas.
¡Creo que también Dios florece en el invierno!
¡Creo que él suspira en la plenitud del verde!