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Acúsome padre de amar a un hombre,
de soñar con el sin pronunciar nombre;
de amarlo como lo hago sin verlo,
y de llorar tras el silencio de un velo.
El no es libre pero si es bueno,
nunca me ha mirado con deseo,
en cambio yo con solo verlo,
arrancaría mi piel por darle un beso.
Me aconseja que no caiga en tentación,
que mantenga limpio mi corazón,
que calle mis ansias de amar;
haciendo la penitencia de callar.
Acúsome también de irlo a espiar
cuando el se mete a bañar,
de ver sus brazos y con ellos soñar
sintiendo un infierno que me quiere quemar.
Ya no vivo tranquila, he vuelto a llorar;
su voz se mete dentro de mi pensar,
no se que hacer porque el no puede amar,
sufre al igual que yo y se dedica a orar.
Estoy pecando al caer en esta excitación;
me aprovecho de su secreto de confesión
le digo que deseo ser su mujer,
aunque por votos el Señor me niegue a el.
El padre la miró con profunda tristeza
en su desesperación cometió una torpeza;
al querer romper la santidad con sutileza,
violando sus votos de castidad con delicadeza.
No debes de ver como hombre al siervo,
mas que pecado es solo mal recuerdo
y si tus deseos son de instigación;
has penitencia de nuevo en la adoración.
por eso mujer, yo te absuelvo;
ve con Dios hija mía que pediré en oración
porque tu alma sane de esa mala acción.
En el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo, Amen.
Por la noche, un hombre toco una puerta
y dando libertad al deseo sin rienda,
se fundió en los brazos de la mujer amada,
aunque después frente a una cruz orara,
al tiempo que un cinto golpeaba,
aquella tez que antes se quemaba
por causa de la mujer que fue su condena
y sus deseos para siempre callara.
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