Añiles los cielos
de la tarde toda
silentes los besos,
se fueron al río
a pedir permiso
a las azucenas
que lindas y apuestas
andaban desnudas.
Por testigo el tiempo
veía pasar
con vuelo feroz
una golondrina
robando una lágrima
a la tarde toda
que estaba escondida.
No por eso el tiempo
paró sus minutos
porque la alegría
ya estaba vendida
en pequeños trozos
de agua y papel
de brumas y viento.
Inciertos los besos
en la madrugada
robaban azules
a la tarde toda
que por el cansancio
ya languidecía.
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