Se fueron con cierta prisa
los acólitos que siempre
esconden dos caras
la de la duda
la de la impostura
María era de una sola palabra
no gustaba bordear
ciertos argumentos
donde la verdad
fuera ultrajada por conversos
le indignaba que los farsantes
rezaran oraciones
llenas de plegarias
Le molestaba la doble moral
de los puros en conciencia
que siempre cerraban
sus ventanas
a los rayos de luz
al mediodía
En su saber estar
jamás María
hizo del coraje
y de la impunidad
una conducta creíble
Ella solía pensar
más lejos del aquí y ahora
y las sombras
no eran un escondite fiable
para la ternura
que solía profesarme
Me quería
sin la acritud propia
de un desvelo y por eso
los días de un regreso
no se hacían tan largos
Yo la adoraba
sus manos de seda
sus cabellos en desorden
su lírica mirada
su corazón siempre pensante
me hacían recordar
la ciudad de un dios oculto
en los humanos deseos
en las estrellas todas
en aquel rincón de una tarde
donde el amor surgió
de forma implacable
irreverente.
Su forma de amar
era sencilla y melodiosa
nunca alteró sus convicciones
para regalar besos sin dulzura
María jamás rindió su alma
a las cuatro
virtudes cardinales
prefería la justicia del acto
que transitar por la moral
invertebrada de los héroes
que matan por la espalda
Así fueron pasando cosas
hasta que los minutos
pararon el reloj del tiempo
María con un abrazo
sensual y atrevido
se despidió de mí
tal vez hasta mañana
|