Entre aquellas aturdidas mariposas
se hace eco el color de tu mirada
y siento tu semblante como propio
en la tarde agreste amordazada.
No fueron tres tan sólo los amores
ni los besos ateridos por el frio,
los abrazos quebrados e indulgentes
que huyeron entre nubes deslucidos.
Nadie pensó en el perenne tiempo
ni en la inercia de la luz acontecida
en el espacio de aquellas amapolas.
Las que por nombre se llamaron sutileza,
las que por suerte volaron hacia el nido
acorralando el llanto sostenido.
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