¿Recuerdas la tarde de aquel viernes?
Paseamos un rato,
por las sendas del puerto,
entre adoquines y cajas de madera,
entre eslingas de hierro,
y el mar de la bahía,
que arrullaba el momento.
Me prometiste muchas cosas,
un viaje en tren a la Siberia,
un armario nuevo para casa,
una camisa de marca,
y un espejo.
También que me serias fiel,
que aquel plante del viernes
fue algo pasajero,
que no se trunca el amor por esas cosas,
que tuviera paciencia,
que no dejara de confiar en tus promesas.
Yo me quedé tranquilo,
creyéndotelo todo,
pensando que tal vez la madurez vendría,
y confié en ti.
Pasó algún tiempo y me di cuenta,
que otro pecho era tu refugio,
lloré y lloré sin contener el llanto,
y la tristeza se hizo en mi,
encadenó mis sueños,
y sufrí no sabes cuanto...
Te lo diré enseguida,
todo había sido falso,
el paseo por la bahía del puerto
el armario nuevo,
la camisa,
el espejo,
el viaje en tren por la Siberia,
y tantas otras cosas...
Iluso fui en el desatino,
y tarde entendí que todo aquello
¡se había convertido en una vulgar comedia!
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