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En el jardin de tus sueños,
ese jardin secreto de todos los días,
que suspira por ese amor de primavera,
yo planté aquel rosal que te dije,
también una gardenia,
algunas margaritas,
y un abrazo que me nació muy dentro.
¿Sabes?
Cada vez que te pienso me estremezco,
me quedo sin aliento,
sin suspiros.
Es tanta la belleza de tus ojos,
esos ojos negros de azabache,
que se turban
las cuatro esquinas de mi alma.
Tambíen planté recuerdos,
¡todos llenos de ternura!
de silencios profundos.
Y tu que como nadie
amas las cosas cotidianas,
pequeñas,
de poca trascendencia,
fijaste tu mirada en el devenir
del sol cuando se marcha,
y me digiste:
¡Si pudieras calcular lo que te quiero!
¡Si traerme la luna hasta la alcoba!
¡Si parar aquel instante para siempre!
mi amor, si cabe más aún,
sería irrevocable.
Miré el rosal y aquella rosa,
la pureza tenaz de la gardenia,
las margaritas
que adornaron tanto tiempo mis secretos,
y no pude, por menos,
que curar mi tristeza,
que alambrar la ira entre mis dedos,
y desterrarla de mi vida.
Te regalo una rosa, me digiste...
y cuando fingía el sueño,
besaste mi mejilla,
y con tus manos rudas y agrestes,
insinuaste a mi ser miles de sueños,
que yacen en el jardín secreto de la noche.
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