Llegó la primavera,
las montañas vistieron de domingo
radiantes de alegría.
Los pájaros cantaron a las flores,
las piedras reían en silencio,
quietas,
Los prados,
serenos,
contemplaban el aire que
corría en linea abierta.
Lloró la mariposa su desgracia,
sus alas no volaban,
se rompieron sus colores,
y dando volteretas por el suelo,
se encontró de frente una amapola,
que secó con ternura su trizteza,
¡diciéndole!
¡Tú y yo somos bastante!
¡PERO EL CORAZÓN DEL HOMBRE,
NO CAYÓ EN LA CUENTA!
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