Maldigo las manos con anillos de odio
que hicieron estallar a la maldad.
Racimos de almas ofrecieron su sangre
en ese largo y metálico altar.
Se marcharon sin besar
las húmedas mejillas
que dejaban atrás
Y el mal enroscado como vil serpiente
sacó su lengua letal sembrando el terror
en la mañana de la ciudad.
Quiso Satanás ese día viajar
con equipaje de soberbia,
prepotencia y crueldad.
Como un cuervo venenoso
se posó sobre el dolor,
picoteo los cuerpos y los desgarró.
La mañana se hizo madrugada,
el llanto en la piel hacía llagas
y los sueños se vistieron de negro.
Los ojos de los cadáveres
expresaban interrogantes.
¡Fin del trayecto!
A la estación de la muerte,
llegan los muertos,
en la consigna
quedan los proyectos.
El aire bebe el veneno
y el destino los sueños.
Un ánimo vengativo
se hace broche en el vestido
que el alma ha elegido.
Satanás de gozo henchido
baja de nuevo al infierno
con sus instintos saciados
y sus ojos entreabiertos,
simulando estar durmiendo.
Arriba la vida sigue
mutilada y sin aliento
con cientos de interrogantes
que piden respuestas a un cielo,
a un cielo que guarda silencio.
Sobre Madrid grita la muerte
.___ ¡Yo no fui, yo no fui!
¡Soy inocente!._____
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