Subí a la cumbre a llorar
mientras atravesaba la bruma.
Tuve el peso de mi pesar
hasta llegar a la cima.
La noche atravesó mi cuerpo
dejando mi interior a oscuras.
El Sol estaba ausente
y odié a la luna.
La silueta del Teide
Me hizo estremecer.
Sentí que emanaba
ternura y poder.
Mi cuerpo,
semejaba una pluma
posada a sus pies.
Rendida de amargura
me dormí recostada en él.
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