Mi voz se esparce por las montañas que me rodean,
desata mis sueños anclados en la memoria que me inunda,
desafía la cárcel de mi yo, se libera y vuela alto, se posa
sobre las águilas blancas que retan las cumbres de la Sierra Andina.
Mi voz se va de paseo cada tarde tarareando música,
contemplando cielos, meciéndose entre nubes que se desbordan
bañando a la desnuda quebrada, recogiendo del cántaro de agua
clara en que se forma su cuerpo, el beso cristalino de los pozos.
Mi voz se pierde en la temprana noche ocre del ocaso,
en la obscuridad que de blanca neblina se viste
trayendo ente sus manos el misterio de las cosas calladas e intangibles,
saltando entre luciérnagas y estrellas fugaces.
Mi voz regresa punzante a mi garganta, se queda quieta,
se ahoga en llanto, porque la niña que se hizo vieja,
se rebela ante la impotencia del silencio de mis palabras tímidas.
Mi voz, susurra, se mece en el trapecio de los sueños,
grita al viento y se cuela entre las ramas del olvido.
Migdalia B. mansilla R.
Fecha: al escucharme, al sentir un requiebro en la garganta. Al decir,¡hola! y encontrar a un extraño.
Agosto22 de 2005
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