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En una estación de no sé dónde, paró entre susurros esquivos un tren, venía repleto de gentes, de seres extraños, de otros que cargaban sobre sus hombros los fardos pesados de sus historias. Viajaban algunos sin un rumbo fijo, otros eran extranjeros en su propia patria y los más, ansiaban ser, lo que soñaban eran, dibujando los caminos que los llevarían a la estación siguiente.
Bajé del tren, llegaba a un destino, volvía de un largo viaje hecha pedazos de soledad, dejaba atrás, el sonido maloliente de una mentira infecunda, subyugada por una extraña edad arrastrando la distancia y la sequedad de unos campos sin amor.
Emergía del tiempo que atisbamos ya de espaldas como una estatua que de repente cobra vida y sale corriendo tras la hora perdida.
Me detuve a la sombra de un caracol anciano, lejos un puerto invitaba al refugio de la ilusión de amarle con el timón de algún recuerdo. Sueño fugitivo y perverso en la noche que se pavonea por sus sombras, por su luna y sus estrellas, cuando la verdad es, que no es más que el mismo día obscurecido.
Sentí como el mundo huía de mí dejándome sin asilo hacia dónde encaminar mi fe, dejó olvidado su nombre de cristal para que yo lo buscara entre arboledas y mares, y entre troncos derrumbados .
Sólo quedan en mí las voces, las de los amantes que fueron y la mía, desbordada en raudales de silencios, anudada en la lluvia de los cielos pardos donde los duendes la vierten desde pequeñas ánforas en las gavias heridas de mi alma.
En una estación de no sé dónde, bajé del tren hecha pedazos de soledades y olvidos,
con el adiós rúbrica del dolor, con vestidos balandros y desvestidas anclas.
Hoy, sigo por la vida abriendo surcos nuevos para nuevas siembras donde el gañán inefable de los sueños pueble mi mundo de amores nuevos y recuerdos viejos.
Hoy, descubro el nombre de la estación... de no sé dónde.
Migdalia B. Mansilla R.
Fecha: cuando la vida se vive a orillas, dentro, sobre y en el pálpito del corazón.
Mayo 07 de 2005
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