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Soneto.-
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Ni soñar a placer me permitía,
tal vez despellejando un elefante,
que si no fuera un animal gigante
tampoco muy seguro yo estaría.
Pues marcharme volando no podía
a no ser que ocultara bien mi cante,
pero al tener un mogollón de aguante
con más uñas que dientes yo vivía.
Porque el orgullo era constante y fuerte
no podía pensar en emociones
que no fueran tirar fuerte del carro,
pues gracia tuve, creo, y buena suerte
a pesar de los fuertes coscorrones
que mi pies escapaban bien del barro.
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