En equilibrio posa la belleza
tal como la concibe un buen artista
que dotado del don del alquimista
al mundo ofrece su mayor proeza.
Seguro que moldea con cabeza
imitando los dedos de un pianista,
pero siempre mostrándose optimista
cuando al experto deje de una pieza.
Así fundida en la pasión del beso
la piedra muda adquiere vida propia
para satisfacción de los viandantes
que al compartir de veras su embeleso
enamorados quedan en la inopia
como suele ocurrir a los amantes.
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