Cuando me siento mal, siempre lo mismo:
me deprimo de forma tan tremenda
que según del asunto que dependa
presa muy fácil soy del pesimismo.

Porque ya elevaría mi optimismo
si pudiera evitar la reprimenda,
que sin querer me empuja por la senda
sin gozar de ningún protagonismo.

Si pudiera decir que en mis adentros
no se revolucionan las pasiones,
sería la mayor de las mentiras

que deje sin futuro mis encuentros,
con todos esos bichos adulones
que parecen tener el mal de miras.

Luis Pérez