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Hasta Cádiz me voy de carnavales
para oír y admirar las chirigotas,
que de cantar se ponen bien las botas
al tiempo que se olvidan de sus males.
Y aunque denuncian temas muy sociales
de payasos se visten como idiotas
hasta acabar con sus gargantas rotas
quien sabe, de gritar como animales.
Aquí ni Dios se salva de la crítica
si así la sociedad lo ve oportuno
y el cupo de corruptos se supera,
siendo el número UNO la política
cuando a todos amarga el desayuno
sentir como nos roban la cartera.
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