Ahora sí que hasta el final de mundo
mis intrépidos pies me han trasladado,
siendo este sueño al que me veo atado
donde me surge un gozo bien profundo.
Ahí luzco mi fe de vagabundo
como a la vida he de seguir ligado,
por más que los sesenta he superado
no dejaré de ser un trota mundo.
Porque límites nunca yo me pongo
en el marco del loco pensamiento
aunque el diablo por mí tal vez decida;
porque jamás me detendré supongo
dejándome callado lo que siento
y bien lejos esté quien me lo impida.
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