Vivir sin ella no puedo
aunque arrastrar arrastro ya mi pena
y a la postre resulte mi condena
porque a su vil chantaje después de todo cedo.

Porque sin coartada muchas veces me quedo
si un ataque de furia me envenena
cuidando no me corten la melena
grogui casi de miedo.

Pues contra los deseos poco lucho
al conocer de sobra mis más secretos vicios
desde que me parió mi santa madre,

tanto que en tales líderes apenas si soy ducho
al posponer mis propios beneficios
hasta que la cuestión en la mente me cuadre.

Luis Pérez