Si los grandes expertos del espanto
pagados por timar a tanta gente
en tiempos de obediencia tan demente
fueron bien retribuidos con encanto,

nadie dude que asistas con tu llanto
de manera sutil y muy ardiente,
aunque el contexto sea deprimente
al uso del soborno a cal y canto.

Se puede perdonar a quien castiga
aunque luzcan escasas ya las fuerzas
para zarandear los pies del suelo

pero si te maltrata la fatiga
por muchos ascendientes que tú ejerzas
nada te salvará del desconsuelo.

Luis Pérez