Una vez se desatan los instintos
es cuando vemos lo animal que somos
que apenas barajamos ya los cromos
disimulamos parecer distintos.
Pero más arrogantes que palomos
tratamos de mirar a todo el mundo
pudiendo resultar igual que plomos
con ese aire cruel y tan rotundo.
Yo jamás les aguanto ni un segundo
porque les miro llenos de avaricia
y ante sus fechorías yo me hundo
al deplorar sin duda la noticia.
Quien sabe si al final su propio orgullo
les conduce a meterse en un barullo.
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