Y son los que sufren las pedradas
los mismos a quien nadie escucha
porque sumisos van con la capucha
tratando de salvar las alambradas.
Cierto que a veces corren en manadas
persiguiendo con hambre cualquier trucha
porque nada se consigue sin la lucha
mas que ver como duelen las patadas.
Será quizá la maldición del pobre
la que a conciencia siempre más se aplique
según de dónde vengan los vientos,
pues mala suerte sufre quien no cobre
y bastante al final se sacrifique
al reprimir sin fe sus sentimientos.