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Si todos los azares de la vida
fueran inspeccionados sin piedad
por una ocasional casualidad,
quizás no fuera tan entretenida.
Pero sí que sería retorcida
que sin parar nos digan la verdad,
dejando aparte toda falsedad,
aunque a veces resulte merecida.
Porque yendo hasta el fondo de la mente
asumiendo los riesgos personales,
donde seremos más nosotros mismos,
permitamos sentir al inconsciente
sin que necesitemos los pañales
ni tener que escapar de los abismos.
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