Ataviada de pies a la cabeza
con buen porte a la noche te diriges,
sin querer escuchar cuanto te dicen
rápido pones fin a tus afrentas.
Y muy grande ha de ser la recompensa
para vender bien cara tus narices,
que entre guiños vacíos bien que exhibes
con la mejor sonrisa siempre puesta.
Con cautela a tu presa echas el diente
hasta que satisfagas de momento
todo lo que se entiende por amor.
Dime si no es mejor poder quererte
repartiendo placer con sentimiento
que soportar reveses con dolor.
|