Ni con los dos pies en el suelo
es seguro que yo quiera
librarme de las sacudidas
que al constante oleaje
el pensamiento me somete
como sí lo estoy de no pagar
ningún seguro de vida
que me cubra a todo riesgo
correr libre de toda amenaza
Cuidándome aún de hacer fortuna
si no fuera mayor el miedo
que siento al destino
a la ventura de estar vivo
se suma la necesidad
del consuelo eterno
y quien me asegura
que si la ocasión me tienta
mis manos inocentes
no pudieran cegarse
en vanas riquezas.