Siempre sospeché que rezar
era sembrar en el desierto
y que sobre mis cenizas
volvería a crecer la hierba
Nunca dudé que refugiarse
en la esperanza venía a ser
como matar el hambre a plazos
viendo como pasaban los días
y la dicha más se iba alejando
Tanto como pensé que el sol
se escondía cada noche ausente
mientras yo arrastraba mi pena
por cada resquicio de vida posible
porque alimentarse de favor
costaba mayor trabajo
que enfrentarse a la tormenta.