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Daniel Adrián Madeiro


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Abrazó el insomnio...

Este poema es el fruto de un trabajo de composición conjunto que realizamos con mi Amigo Poeta y Soñador MICKEL, de El Verso que Viene Siglo XXI. La distancia no nos impidió estar juntos para un propósito en común. Trabajamos, él desde España, yo desde Argentina, mediando decenas de correos electrónicos. Espero que les guste.
¡Mil Gracias MICKEL por aceptar el desafío!.



Abrazó el insomnio como si fuera una amante,
un incendio deseado para borrarlo todo.
Abrazó la noche que gime sobre ascuas de frambuesa
y, noctámbulo, loco, se embriagó de coherencia.
A la mañana siguiente, despertó roto de espejos,
se notó distinto, sin cubiertas de acero,
con los poros abiertos al sueño del mundo.
Ya nadie lo recuerda, ni él mismo ni su sombra.
Sabe que tuvo biografía pero ya no importa.
Amó tanto el insomnio, que arrió toda quimera
y se entregó al espectro de entusiasmo reflexivo.
Al costado del todo, huérfano, cavilaba:
-El silencio me cambia el nombre
y me transforma en secreto
dejándome indefenso ante los lobos.
¿Cómo evocar a los pájaros idos?
Quizá convirtiéndome en pausa, en caja de música.
Suspirando a la espera de que vengas
con túnica negra y desierto en los ojos.
Sueña mi blanco amor tu boca peregrina.
Tú nombre ya es mi nombre. No hay dos
cuerpos. Mi brazo al tuyo se amalgama
en una cadena de ADN mística.
Mas... soy eslabón flaco, anémico,
soy cobarde, la histeria actúa por mí,
me asustan las visitas no esperadas,
los guiones que escriben fuerzas extrañas.
¡Qué brote de terror me dio tu -¡Hola-!.
Sabías dónde encontrarme... encogido.
Siempre me quedo en un rincón de lluvias
cuando tus saludos destruyen los tejados
coloreados de gris. Hoy reí. ¡Mal presagio!.
Nuestra locura tiene los dientes manchados de sarro
y no hay pócima buena para almas azules.
Que se apaguen los geriátricos y las gasolineras del pánico.
Voy a buscar respuestas a los seres que han sido.
¿Qué dicen las hermosas manos de un cadáver?.
¿Qué los huecos profundos que lloraban?.
Que digan lo que quieran mientras hablen sin palabras
para no oír el sueño amputado al futuro.
Ya pesa la tierra cuando hay vuelos del alma
porque el ánima puede encantar la materia
sacando a la serpiente de su cesta hipnótica
aquella que en Edén trajo sudor y muerte,
aquella que abrió las puertas de un deambular eterno.
Y aquí nos encontramos, viudos de la vida.
con las arterias colapsadas de vino avinagrado.
¡Cuánta sed!. ¡Cuánta nausea!. ¡Cuánto ayer mal parido!.
A veces, el recuerdo araña la espalda
y escupe en la cara el feliz pasado
de oraciones, de tartamudeos, de crucifijos sin sangre,
de latidos fundiendo la carne desguazada.
A veces, la memoria se derrite en un cuadro de Dalí
con Gala en perspectiva colgando de un madero,
licuada en el tiempo, confundida entre el ayer y el mañana.
¿Sabrá el recuerdo andar por calles del olvido?.
Y si no es así, ¿habrá futuro en los versos?.
Sí, porque verso es memoria.




Daniel Adrián Madeiro

Copyright © Todos los derechos reservados.

Publicado el: 13-11-2003
Última modificación: 00-00-0000


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