Pasan días y noches,
y he perdido la cuenta.
Sé que pasaron meses,
pero ya no sé cuantos.
Aquí el tiempo es distinto.
Es largo cuando en el cielo
hay luces centelleantes
que lo cruzan sedientas
de su letal destino,
y no hay refugio alguno
que me libre del miedo
a este infierno en la tierra.
Es corto cuando releo
alguna misiva vieja,
tesoro en mi bolsillo,
arrugada,
que ni mirar preciso
pues mi memoria ya
talló en mi corazón
cada una de sus letras.
Hoy vi mi rostro y no es
aquel que yo conozco.
Recuerdo mi mirada
que albergaba alegría,
cuando aun no había visto
los cuerpos embarrados,
escariados,
sangrientos,
inmolados brutalmente.
Antes de esto,
a veces,
una mujer rondaba
seductora mi vida
y era entonces posible
poder sentirse pleno,
pintar vidas futuras
con un pincel de anhelos.
Ahora aquí,
desde hace mucho,
pasan días y noches,
y no hay mujer,
ni sueños.
Ni siquiera este cielo
es digno de algún pájaro.
Hoy me cercan
en cada ángulo,
oráculos de muerte.
Quizá pronto me encuentre
con aquel que yo era.
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