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Daniel Adrián Madeiro


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LA EMPRESA

Este lugar apesta.
Aunque un clima artificial
tape el aire nauseabundo,
este lugar apesta.

Miles de compañeros fueron
muy seriamente infectados.
Recuerdo en sus primeros días,
los días en que llegaron,
se los podía ver a todos
tan enteros y tan sanos,
de tan óptima apariencia,
que, ¿quién podía imaginar
que habrían de caer víctimas
del desgaste en esta empresa?.

Este lugar apesta.
Aunque su luz sea más sana
que la luz del sol ahí fuera.
Este lugar apesta.

Muy de a poco, como siempre,
día a día, hora tras hora,
un mal coge sus cabezas
y de a poco los devora.
Y una vez allí instalado,
la gente que uno veía,
en un principio, tan sana,
cae en el rincón más bajo
de los más bajos instintos.
Se hace su mirada altiva,
sus ojos cambian el brillo,
muchos se vuelven traidores
y entregan en sacrificio
a los dioses de la empresa
hasta a su mejor amigo.
Otros, en cambio, se tornan
como autómatas. Su ser
se desprende de lo humano,
ya no son hombre o mujer,
son máquinas que no sienten,
sentir no les queda bien,
sentir es algo mal visto,
lo bien visto es parecer
aplicado y siempre listo
para cualquier menester.

Este lugar apesta.
Aunque el piso esté alfombrado,
y aunque luzcan sus paredes
imponente empapelado.
Este lugar apesta.

Aquí aman a fríos hacedores,
a las almas vacías de ideales,
a los que aman sus trabajos,
sus oficios terrenales.
Ellos son los bien mirados.
Y escaleras y pasillos
suelen ver desesperados
corriendo a ex individuos,
excelentes empleados,
con esa ansiedad idiota
del burro ante la zanahoria
inalcanzable adelante,
dejando todo por la obra.

Pasan así miserables
sus días, meses y años,
asolados por la peste,
y no hay forma de salvarlos
cuando la peste los toma.
Da mucha pena mirarlos
simulando sus sonrisas,
como estúpidos esclavos.

Este lugar apesta.
No vale este sacrificio,
por más que haya buena paga,
que es poca cuando a las horas
sin tus hijos las comparas.
Este lugar apesta.

Y a mí que escribo estas cosas,
si llegaran a saberlo,
mi cuerpo crucificado
ante todos sería expuesto.
Pues no hacen falta en la empresa
poetas para rimar
sobre angustias y miserias,
sobre esta peste, este mal,
pues es eso subversivo
en tanto invita a pensar
que puede haber otro mundo,
un mundo que disfrutar,
un mundo donde los que amas
son la única prioridad;
que reemplaza al escritorio
por la mesa familiar;
que prefiere cobijarse
bajo manos de tibieza,
antes que vestir galones
y ser líder de la empresa;
un mundo que no se olvida
porque es muy malo olvidarse
que es bueno vivir la vida,
un “te quiero” no callarse,
pues nadie tendrá tiempo extra
cuando la muerte le llame.

Este lugar apesta.
Hay fuerte hedor a excremento.
Penetra en cada oficina
de esta mole de cemento.
Este lugar apesta.

La empresa devolverá,
luego de años de tormentos,
a los que ya no le sirvan
porque se le han puesto viejos;
descartará al que no pueda
ya archivar en un fichero,
a los huesos que sean flojos
para palas y aparejos;
los sacará de sus filas,
cercanos al cementerio,
y a algunos dará limosna
que les sirva de sustento.

Este lugar apesta.
Afuera hay sol y viento,
afuera huele muy bien,
afuera el aire es perfecto.
Afuera te espera alguien
a quien retaceas tu tiempo,
sal a la calle a buscarla,
y cuando sientas sus besos
resucitarás glorioso,
rescatarás a tu cuerpo
y a tu alma. No te rindas
que afuera el aire es más fresco.


Daniel Adrián Madeiro

Copyright © Todos los derechos reservados.

Publicado el: 23-09-2002
Última modificación: 00-00-0000


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