Ellas saben que ellos
las devoran con la mirada;
que sus faldas no las cubren
de los deseos ardientes
que despierta la ilusión
de poseer sus cuerpos;
que sus senos son más
llamativos que el oro;
que sus nalgas pueden regir
el destino de los pasos de ellos.
Ellas saben que su fragilidad seduce;
que sus cadenciosos bamboleos
establecen nuevos ritmos
en los corazones de ellos.
Pero no quieren saber que,
aunque les prometan el cielo,
las más de las veces,
serán meros objetos balsámicos,
ánforas que recibirán agua impura;
que sólo algunos pocos estarán con ellas
amándolas con ternura,
como si fuera para siempre.
Por eso ellas sufren
fugaces amores,
falaces pasiones,
duros desencantos…
porque hay algo que ellas
se niegan a saber.
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