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Una sombra soy pegada a la pared,
herida por los filos de las astillas,
que se insertan en mi cuerpo,
cuando olvidar quiero de una vez,
que vivo, pero a la vida he muerto.
Mis ojos cuencos de incienso,
mi boca esponja de vinagre amargo,
mi pelo ajado, seco y debilitado,
mi faz es luto de un adiós muy largo.
Mis brazos caídos sin ánimo,
mi piel con moratones aislados,
mi alma doliente por la desnudez,
de amores que vinieron y pasaron.
Todo en el alma se fue adentrando,
formando sin avisar el gran tornado,
que se me lleva por los aires, mañana,
pasado? el día menos pensado.
El filo del bisturí una mañana,
se lleva de mi una parte sagrada,
me deja a los ojos de otros mutilada,
aunque yo me diga a mis misma,
que todo está bien así,
que nunca ha pasado nada.
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