Envejeció mil años,
matando aquella ilusión,
se le apagó la mirada,
que tanto en ella brilló.
Se le borró la sonrisa,
que allí le prodigó,
y su prefil de madurez
poco a poco pareció.
El frío de las calles,
nunca ella lo sintió,
hielo era su alma,
cuando de él se alejó.
Sin golpe, sin adios,
algo dentro murió,
solo con la añoranza,
de aquel escaso amor.
En la oscuridad del olvido,
una noche se durmió,
soñando despertar un dia,
bajo el eco de su voz.
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