Canoros plumípedos alados
rodean la casa y los tejados.
Reclaman a gritos sus raciones.
Pelean sus granos y sus ramas.
Construyen nidos en los vanos
y llenan el pórtico de voces.
Golondrinas que vuelven a mi lado.
Alterando mi vida con su bulla.
Poblando los árboles de trinos.
Anunciando felices primaveras.
Amanezco a gritos y algazara
y la alondra fugitiva de las nieves
me busca llamando en la ventana
tras un año de viajes por el mundo
Y no puedo dejar de sonreíme.
Por su eterna ternura trashumante.
Por su loca canción de regresada.
Por la suave caricia de sus alas
que me dicen que el AMOR
es ave que libra tempestades
en busca del pecho que lo anide.