Había espacio en la mesa para el vino.
Y una copa de sueños a la mano
enmarcaba la agónica comida
que enfriaba sabores del pasado.
Había plata, cristal y porcelana.
Y un mantel de fina filigrana
extrañaba aquella compañía
degustando amor en cada plato.
Escanciaba el lugar melancolía.
Y el silencio abrevaba en los bocados.
Y fue así que bebió tanta tristeza
al saber que ya no volvería.
Alzó los ojos mirando los candiles
y las pupilas fluyeron gota a gota.
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