Emanaba dolor en cada paso.
Exigía su rostro, su mirada.
Era tal el mal que lo aquejaba
que su carne toda se quebraba

Extendí mi mano con afecto.
Respondió su mano estremecida.
Desplegué mi abrigo entorno suyo
y sumele el calor del alma mía.

Y en la fría noche que llovía
volvió la luz al rostro craquelado.
Y fue tal la tibieza de aquel gesto
que el corazón tembló con su ternura.

La entrega del bien que poseía
para templar su cuerpo casi helado
acarició su fe y el alma mía
en el portal que a la esperanza abría.

Y fue su rostro una sonrisa pura.
Y fue su mano una caricia al viento.
Y fue tan bello aquel pleno momento
cubriendo con amor al que sufría
cuando el agua amortajaba con el río
y lastimaba los muros cerca mío.

Y vi sus ojos navegando inmensidades
en ese mar de tristezas sumergidas
donde la letra mojada y los recuerdos
se confundían con olas de crecida.

Y no hubo tiritar cuando la entrega.
solo la dicha de saber que en aquel día
le di mi abrigo a quien no conocía
le di esperanza a quien no la tenía.

Marta B. Carrillo