Las madonnas de la casa.
Las vestales del encuentro.
Como en todo nacimiento.
Hay sudores y jadeos.
Hay angustias sobre el tiempo.
Es que llega medianoche
y el pesebre huele a pienso.
Es que llega medianoche
y hay lugares sin presencia.
Brilla estrella como entonces.
Ya se escuchan campanadas
y el llamado de la puerta
paraliza las burbujas y los brindis.
Y son dos los milagros de la noche.
Y las copas quedaron en la mesa.
Y las lágrimas rondaron las miradas.
Y los doce tañidos se perdieron,
entre abrazos y besos y caricias.
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