Nueve de septiembre no es un día
inolvidable es un día común,
con una lluvia afuera, con un frió
que llega a los huesos, con la luz
de una lámpara que revive aquella
historia de nunca acabar… el escribir.
Un día común en el vivir, un día en
que el lápiz olvidado volcó sus letras
al recuerdo e hizo posible admirar
la belleza de la escritura, aquella que
no morirá pues es la única que hace
sentir vivo este corazón.
Veinticuatro horas de letras sin cesar
sin dejarlas de lado, letras que se
buscan y encuentran en memorias que
forman palabras capaces de hacer magia
con sus sonidos, capaces de hacer
posible una oración silenciosa a Dios.
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