Escribió sin parar, dijo la verdad de la
vida, no le creyeron pero él insistió
en la culpa de la ajena lealtad
de un arbusto oculto en el campo.
Escribió sin parar, rededujo la historia
en dos frases y se perdió en el
pensamiento de estar loco sin más
remedio que un viejo lápiz roto.
Escribió sin parar, canto melodías
de inquietante color y plasmo con
sus manos la imagen de la virgen
que escondía sus sentidos en la nada.
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