Todavía puedo creer en ti, y en la locura
de ser un ser que busca un día normal
entre la anormalidad de los transeúntes
que rodean de plegarias bajas una
habitación llena de agua y se espejos
rotos en el techo.
Me espera como siempre un lecho tenue
de esporas blancas y de cuadros vacíos
con tu nombre para llegar ahí y pernoctar
de una nueva forma entre enjambres de
risas y de melancolías frescas de mañana
y verte a ti parada frente a mi con la
misma finura de siempre.
Tu rostro me inspira avanzar y encontrar
la locura en un lugar indeseable donde
muchos ya perdieron la razón buscando
pedazos de sonrisas y lagrimas de flores
marchitas, para tornarlo todo de colores
vivos y llenos de paz como tu espíritu
bondadoso.
Miro lugares ya vistos entre decenas de
ramas secas y espinas cortantes de
estrellas caídas, te miro a ti y veo el
reflejo de un rostro tatuado en el asfalto
del agua de un viejo pozo de fuego lleno
de sal.
La locura se pierde en una sonrisa a modo
de despedida y me señala con un dedo
cubierto de capas oscuras de soledad y
de encuentros incompletos en la banca del
mismo parque que ya es ruinas desde que
te llevaste la magia para dejar de ser
guardiana de la locura y la verdad.
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