El amor es como un niño
consentido y caprichoso,
alegre y melancólico
que no lleva de su mano.
Como a un bebé recién nacido
al amor hay que acunarlo
para no verlo sollozar
por un consetido agravio.
El despertar al amor
es un potrillo salvaje
cabalgando impetuoso
entre incandescentes deseos.
El intrépido alazán
en los pastos se detiene.
Es animal de costumbres
y ya le llegó su decanso.
El amor como el potrillo
pronto aminora su ritmo
colmando la sed de besos
saciando pasiones dormidas.
Estos incandescentes deseos
poco a poco se apagaron.
El amor es juguetón
y ya se cansó de jugarlo.
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