El destino implacable llamó
al cristal lúcido de tus recuerdos
donde anida para siempre
en el recóndito rincón de tu alma.
Ávidos los seres enaltecidos
emanan anhelantes
suspiros incontrolables
en el Éter Eterno de la vida.
Déjame morir en tu mirada
y aspirar el perfume de lo Infinito,
aunque tú divagues ausente
del sentir de mi corazón palpitante.
Te llevaré amor en mi memoria,
en las noches preñadas de silencio
suplicando al Cielo adormilarme
para seguir contigo en mis sueños.
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