Mirando el mar un día,
me convertí en una ola.
Navegué con alegría,
entre bellas caracolas.
Me envolvieron los collares,
que me hicieron presurosos,
los bellísimos corales,
dentro de ese mundo acuoso.
Yo seguía navegando
cual ola libre y revuelta.
Y atrás se iban quedando,
las conchas de madreperlas.
De pronto la bella dicha,
de aquella alucinación.
Se convirtiera en desdicha,
cuando volví a la razón.
Me vi destrozada y sola,
y así comencé ha gritar.
¡Quién fuera como esa ola,
sobre ese precioso mar!
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