Me miró un gato tan mal,
y con ojos de desprecio.
Que hasta ese ingrato animal,
quise demostrar mi aprecio.
Le di un trozo de jamón
que muy a mano tenía,
y se fue tras el ratón,
que por la acera corría.
Eso me hizo comprender,
que no hay que ser animal.
A muchos, los tratas bien,
¡y después te pagan mal!
|