Debemos de seguir siempre adelante
aunque la ingratitud toque a la puerta
porque aunque esté cerrada, desafiante
ella siempre, la va a encontrar abierta.
Ella nos causa insomnio y nos destruye
de momento, cuando nos da el zarpazo
y como traicionera después huye
para que no la alcancen nuestros pasos.
La ingratitud es ese mal que crece
no agradeciendo favores recibidos,
por el contrario ofende y envilece
haciéndonos vivir un cruel castigo.
No aceptemos jamás en nuestras vidas
a esas personas que dan ingratitud.
Brindémosle por siempre despedida
que ellas muy solas ¡arrastraran su cruz!
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