Discúlpeme señor si a estas alturas
no pueda recordarme de su nombre
quien sabe si usted sea ese hombre
que me obliga a vivir en la locura.
Discúlpeme por Dios pues mi cordura
se perdió para siempre con su adiós,
y hoy usted me ofrece con su amor
poner fin a mis males con su ayuda.
Discúlpeme de nuevo, y aunque es grato
su porte, su sonrisa, su buen trato,
prefiero vivir en esta amnesia,
que me tiene al margen de dolores
de penas de conflictos sinsabores
que de nuevo revivo en su presencia.
|