Mujer china, australiana, mujer rusa.
Mujer india, polaca, vietnamita.
Mujer americana, mejicana, andaluza,
mujer de mil naciones, conmigo tienen cita.
El tema es conocido y complicado,
y por ser tan querido les exijo,
que se sienten tranquilas a mi lado,
¡vamos a conversar de nuestros hijos!
De esos grandes tesoros milagrosos,
que en nuestro vientre tomaron forma y vida.
Para verlos crecer sanos y hermosos,
por cuantas duras pruebas fuimos pues sometidas.
Trabajos, agonías, desvelos, sinsabores.
Angustia por la fiebre que se niega a ceder.
Sin contar las terribles horas de operaciones
sin estar a su lado, aún sin poderlos ver`
Excursiones, los juegos, aún la simple rutina,
de tomar la maleta y marchar a la escuela.
En nuestro pensamiento prevalece esa esquina,
del cruce peligroso que con sus vidas juega.
Después van siendo hombres se creen saberlo todo,
y cuando les reclamas deberes a cumplir.
Te dicen anticuada y rechazan el modo,
honesto y dignamente que le haz hecho vivir.
También los hay humildes, bondadosos, traviesos,
pero en todas sus formas, son fuentes de inquietudes.
Que se secan de pronto cuando nos dan un beso,
y nos llenan de gloria mostrando sus virtudes.
Los hijos son misiones que traemos al mundo.
Como también nosotras somos solo misión,
encomendadas todas por un amor fecundo,
de ese Ser, que nos diera don de procreación
De Dios, que en su medida es Justo y muy preciso.
Y aunque nos causen penas, tormentos y dolor.
Para todas nosotras Dios nuestros hijos hizo.
¡Y que fatal aquella que hijos no conoció!
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