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Cuatro meses de ausencia,
cuatro meses de no verte
ni de sentir tu calor,
de no escuchar tu voz
llamando mi nombre,
de no ver tu ojos verdes
de un verde oliva precioso,
de no ver tu mirada
pícara y coqueta,
de no ver tu sonrisa,
traviesa y también discreta,
de no escuchar tus quejidos,
de no escuchar las pisadas
de tus pies cansados,
en una palabra
de no verte a mi lado.
Dolor, qué color podrá
describir el dolor,
será el gris o el morado,
será el azul o el verde,
será tal vez, el blanco,
o será el amarillo,
tal vez el color del dolor
será el negro,
el negro profundo del abismo,
del fondo del mar,
el color negro de tus zapatos
o el negro de una pantera
que cruza la pradera...
Dolor de haberte dejado
morir en el hospital,
con grandes molestias
y angustias,
con suero, con sonda,
con nebulizador,
con oxígeno,
con el aparato para contar
los latidos
de tu canzado corazón,
con la zalea de borrego
para evitar te llagases,
con las papillas que comías
que ni siquiera estaban tibias;
con los pañales que usabas
y que era un martirio
cuando te los cambiaban;
dolor de verte sufrir
y no poderlo suprimir;
dolor de no haber estado
junto a ti,
en tu último suspiro;
dolor, triste dolor,
no sé que hacer con él,
tal vez lo tire en la mar,
tal vez me envuelva con él
y siga este sendero
de recuerdos y lágrimas,
tal vez haga un fardo
con este dolor y con la tristeza
y haga una pira enorme
y los incinere a los dos,
como se incineró
el 21 de octubre
tu estuche material,
dolor, ya no te quiero a mi lado,
dolor han sido muchas noches
de rumiar y llorar
gotas de sangre
que no dejan cerrar esta herida,
que no dejan en paz
a mi madre adorada
que hace cuatro meses dejó
este planeta bendito
y voló junto al Señor,
ahora su espíritu vive
la realidad de otra misión,
ahora ya no sufre
ni se angustía,
ahora es feliz,
ahora ya vive con Dios.
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