El que acaricia como el viento
besa tu frente y tu piel,
en la tribulación te fortalece y consuela.
Es la caricia que luchó sin descansar
para darte su mano fuerte,
para traerte de nuevo a la vida,
te arrancó de los escombros,
acarició tu cara, besó tus ojos
con el amor de Dios
reflejado en sus pupilas.
Es la caricia del pueblo,
de rescatistas y bomberos,
de miles de jóvenes anónimos,
de marinos y soldados,
te ofrecían sus sonrisas
al rescatarte del inframundo.
Sus caricias en el alma las sentías,
las caricias de sus palabras,
de sus voces y miradas
las llevarás por siempre
grabadas en tu ser.
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